López Obrador
Cinco mitos, una realidad
Por David Pérez y René Argüellez [1]
“El pueblo es tan tonto, que al repetirle miles de veces una
mentira, esta se hará para ellos una verdad absoluta”
Heinrich Himmler. Segundo al mando
del Partido Nazi alemán.
Ante la última oleada de ataques del PAN, que en sus repetidos comerciales censuran a López Obrador como “un peligro para México” se han potencializado una serie de mitos ya existentes –planeados con toda intención electoral- para desbancar al candidato perredista. Dicha “estrategia del miedo”, como la ha nombrado Carlos Monsiváis, ha fomentado en la opinión pública un cambio en las preferencias electorales que en enero de este año otorgaban 40% al candidato de la coalición Por el Bien de Todos, mientras que Felipe Calderón figuraba con 28% en segundo lugar. Hoy esta campaña ha rendido sus frutos, pues ha logrado posicionar a ambos candidatos en lo que algunos han llamado un empate técnico.
Lo sorprendente de este efecto en el electorado no es simplemente que la diferencia porcentual se haya reducido en niveles tan notorios. Lo realmente fascinante es que 1) tanto el Presidente Fox como los estrategas del PAN hayan logrado posicionar la imagen del hasta hace poco prácticamente desconocido ex secretario de Energía que además sería expulsado del gabinete federal, y 2) que los mismos hayan logrado construir esta candidatura a costa de una serie de mitos vía spots que han demostrado no sólo lo escasamente preparados que estamos los mexicanos para tomar una decisión política razonada, sino que también demuestran nuestra nula memoria política y la facilidad con la que pueden convencernos con comerciales simplistas, sin que seamos capaces, de al menos cuestionarlos.
El presente artículo no pretende defender irracionalmente a un candidato sobre otro. Lo único que tiene como intención es destacar que la simplificación de una campaña electoral puede llegar a tal punto, en el que el PAN y sus innumerables grupos asociados de poder, hayan sido capaces de mentir tan exitosamente a la opinión pública orquestando una campaña negativa, que además de no tener un sustento propositito mínimo, rechaza los “valores de tolerancia y respeto” que durante muchos años enarboló como propios.
Veamos cómo con un poco de información los mitos desaparecen.
1.- AMLO nos va a llevar a la crisis (o mínimo nos va a endeudar)
En uno de los más difundidos spots de la campaña publicitaria del PAN se asegura que AMLO llevará al país a la crisis porque se endeudará como supuestamente lo hizo en el DF. Esta afirmación representa una de las más grandes mentiras que ocupan los espacios televisivos, radio, y el discurso cotidiano de los militantes de partidos opositores. A esta acusación se le podrían encontrar al menos dos grandes falacias.
En primera instancia, se asegura que la deuda pública del DF se ha disparado única y exclusivamente desde la llegada del PRD en 1997[2], asegurando que dicha entidad nunca antes había contraído deuda. La verdad es que el gobierno capitalino, durante las ultimas regencias priistas había adquirido deudas enormes, pero con el objetivo de mantener la estabilidad política de la capital las mismas habían sido absorbidas como si fuesen deudas federales; es decir, de todo México. Así pues, el hecho de que ahora exista una deuda y antes no, definitivamente no quiere decir que los anteriores gobiernos no se hayan endeudado, sino que políticamente era más rentable que el gobierno federal –priísta- la absorbiera cada fin de sexenio; manteniendo por supuesto la contabilidad del DF en unos muy falsos “ceros”.
En segunda instancia, la supuesta gran deuda que se la injuriado al gobierno de López Obrador, no es más que un mito creado por la oposición para infundir miedo y ganar votos, en una sociedad carente de información y voluntad para buscarla. Enrique Quintana[3], proporciona datos que evidencian la falta de honestidad en el mito formulado principalmente por el PAN acerca de la deuda del DF. Su reporte, asegura que considerando la deuda completa de las 32 entidades federativas, el crecimiento real de la misma fue de 28.2 por ciento. De éstas, 17 fueron los Estados que tuvieron un incremento de sus deudas por arriba de la media nacional, mientras que 15 se quedaron por debajo. Por cierto, nótese que el DF se encuentra en el grupo de Estados que se mantuvieron por debajo de la media nacional.
Por otra parte, sobre el hecho de que los Estados perredistas tienden a endeudarse en mayor medida que los del PRI o el PAN, se destaca el caso de Baja California Sur donde su deuda no sólo se mantuvo por bajo de la media nacional, sino que logró reducirla considerablemente. De hecho, se destaca que el incremento de la deuda por parte del gobierno panista de Vicente Fox ha sido considerablemente mayor a la contraída por el DF desde 1997, y que gobiernos priístas tampoco se quedan atrás. Nótese, por ejemplo, el caso de Veracruz que en seis años incrementó la misma 156 veces!, o el Estado de México que con su honorable ex gobernador Arturo Montiel se ubica como el estado que más debe en términos proporcionales. Y no hay que ir tan lejos, en Nuevo León el mismísimo Nati ha venido tratando desde hace varios meses de reestructurar la deuda para poder construir de forma tan empecinada un Metro elevado que una parte importante de la opinión pública desaprueba.
Volvamos al tema y veamos cómo caen más mitos. Aún y cuando AMLO quisiera endeudarse como Presidente prácticamente dicho acontecimiento resultaría imposible. La razón es que según la Constitución Política Mexicana quien aprueba o desaprueba la Ley de Ingresos y Egresos de la Federación es el Poder Legislativo. Desde esta perspectiva, aun y cuando AMLO enviase un bosquejo de presupuesto con intenciones de endeudamiento, el Congreso, con mayoría panista y priista estaría en toda la capacidad de eliminar dichas intenciones.
Ahora bien, sobre el temor de que el Presidente se dedique a incrementar la oferta monetaria via la expedición irracional de billetes (que ocurrió durante varias administraciones priistas en los setenta) y que terminaron en hiperinflaciones galopantes, lo cierto es que la situación en la que se encuentra la emisión de papel moneda en México hoy es sumamente distinta. La oferta monetaria la maneja de manera autónoma el Banco de México, y aun y cuando el Presidente deseara imprimir dinero para que este circulara en la economía y se proyectara un crecimiento económico falso, (y peligroso) la realidad es que el Banxico es una entidad autónoma que ya desde 1993 no está bajo el mando del Presidente. En ese sentido, el gran éxito macroeconómico y el honroso manejo responsable de la economía tan anunciado por Fox se lo deberíamos agradecer realmente a Guillermo Ortiz (y no al ciudadano Presidente).
2.- AMLO va a ser un Chávez mexicano.
Uno de los mitos que más ha aprovechado la oposición, es el igualar a López Obrador con el Presidente venezolano Hugo Chávez. Esta comparación ha sido instrumentada sobre todo después de los comerciales patrocinados por el PAN (aunque pagados con recursos de usted) en el que se trata de demostrar que las personalidades de ambos lideres son idénticas, y que por ende, la llegada del candidato perredista constituye un peligro para México.
En el fondo, el mito es sumamente ridículo. Siempre es difícil comparar dos figuras publicas, pero la analogía que se hace de dos políticos tan distintos refleja la enorme capacidad creativa de los responsables de la imagen del PAN, pero al mismo tiempo su nulo conocimiento político. Cualquiera que sea un poco critico observará que entre: un militar que además de haber intentado un infructífero golpe de Estado en 1992 y que llegó a la Presidencia en un momento de crisis política nacional siete años después, y un político que además de haber ocupado cargos de elección partidista y popular -como Presidente nacional del PRD y como Jefe de Gobierno de una de las ciudades más grandes del mundo-, hay una enorme diferencia.
Creemos que el éxito de este mito se debe al hecho de que Chávez ha venido aplicando cierto tipo de medidas en contra de los intereses de Estados Unidos. Y parece que es la remota posibilidad de algún Presidente aplicase en México políticas similares nos provoca de inmediato una inmensa fobia. ¿Y cómo no?, si los vínculos bilaterales son inmensos y las represalias podrían ser enormes. Si es precisamente en Estados Unidos donde hay al menos 20 millones de mexicanos trabajando, si es ahí a donde dirigimos 75% de nuestras exportaciones, y de ahí mismo es de donde provienen la mayor parte la inversión extranjera directa (IED) que recibe nuestro país.
Es por eso mismo que el mito es tan irracional. Resultaría absurdo (si no es que políticamente suicida) que un Presidente electo pensara aplicar medidas que se han tomado en Venezuela al contexto mexicano, sobre todo, tomando en cuenta la proximidad geográfica y la relación económica y social que se ha desarrollado con dicho país. De hecho, el mismo López Obrador ha anunciado[4] que se debe procurar “una política de buena vecindad. La proximidad geográfica al principal mercado y potencia política y militar del mundo” le confiere a México la oportunidad de tomar ventaja de la cercanía con los Estados Unidos en un marco de cooperación y mutuo respeto.
Es tan ilógico, que tal mito ha sido inclusive desmentido desde Washington en varias ocasiones. Aunque quizá la mayoría de los políticos estadounidenses aceptan que a Estados Unidos –no a México- le conviene que gane el PAN, el mismo Bush y su secretaria de Estado, Condoleezza Rice, hicieron explícito en marzo de 2006 cuando aseguraron personalmente que su administración está dispuesta a “colaborar con el presidente y el gobierno que elijan los mexicanos en las elecciones del próximo 2 de julio”, advirtiendo que la relación bilateral va mucho más allá de quién ocupe la Presidencia.
3.-AMLO es populista
Originalmente, el término tiene un origen relativo al latín populos, obviamente relacionado con la palabra pueblo. Desde esta perspectiva, resultaría positivo realizar actividades de gobierno vinculadas con el beneficio del pueblo, lo que se supone es la razón de ser de una democracia. Incluso el mismo Vicente Fox cuando era candidato presidencial mencionó: “Soy populista y seré candidato”, para después asegurar que era “el más populista de los populistas” en la revista Proceso[5]. Sin embargo, últimamente dicho término ahora es utilizado de manera despectiva para “designar un tipo de gobierno basado en la demagogia, donde los políticos se apoyan en un personalismo carismático, endeudan al gobierno para sus políticas públicas y manejan el presupuesto para los programas sociales bajo su libre albedrío, autoritariamente y sin reglamentación alguna”.
Tómese por ejemplo, el caso de “el Programa de Apoyo a Adultos Mayores”, -pensiones mensuales a los ancianos con escasos recursos- quienes muchos han entronizado como el mayor exponente de populismo por parte del Gobierno del DF. Sin embargo, si tomamos la definición aceptada por la mayor parte de los académicos nos encontraríamos con que tal programa en otras partes del mundo no sería visto como populista, -sino como de apoyo social- porque 1) no ha sido demagogia, dado que dicho programa se propuso en campaña y se llevó a la práctica en gobierno, 2) a que no se condiciona a los ancianos a ningún tipo de apoyo político electoral, 3) es casi universal, al llegar al 97% de la población, y 4) a que no fue una decisión autoritaria sino que fue expedida como “disposición de Estado y no de gobierno” mediante la Ley que la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó el 5 de febrero del 2004 con todos los requisitos que la Constitución Mexicana exige.
Lo anterior, sin embargo, es sólo el primer aspecto. Lo más curioso es que aún y cuando dicho argumento de ser “populista” sea válido, el doble discurso en los otros candidatos sale a relucir. Por una lado, Madrazo quien ha plagiado dicha propuesta obradorista de apoyar, igualmente a “los ancianos con pensiones mensuales” a través de innumerables panorámicos en todo México. Desde esta misma perspectiva, incluso el deseo de Calderón de hacer más extensivo el “Seguro Popular” y el “Programa Oportunidades”[6] sería una majadería populista de magnitudes inimaginables. Sin embargo, como estas propuestas vienen de derecha y de centro se llega a la simple conclusión de que estas políticas no pueden ser populistas.
4.- AMLO es de izquierda
Llama la atención que un candidato pueda ser descalificado por el simple hecho de que se le asocia con una ideología de izquierda. Pareciera, que sin poseer la mínima noción de qué elementos persigue dicha postura política, la acusación de “es izquierdista” produjera en nosotros un miedo tan inmenso al punto en el que ni siquiera vale la pena ya analizar sus propuestas.
Carentes de reflexión, se ha tachado de izquierdista –con tintes despectivos- a todo candidato que parezca tener ideas que pretendan favorecer las condiciones de los más desprotegidos en sociedades, que en su mayoría se caracterizan por ser sumamente desiguales y aplastantemente injustas. Desde esta perspectiva, ser de izquierda aparece como un delito o un pecado por la simple razón de velar por la igualdad de oportunidades y por tratar de hacer del modelo político económico actual uno más sustentable.
Más grave aún, es cometer la falacia de relacionar los gobiernos de izquierda con un pasado que “huele a viejo e ineficiente”. Si bien es cierto existen en la historia reciente ejemplos de izquierdas muy encasilladas –en el que algunos inmediatamente pensarían en el caso de Fidel Castro y de Hugo Chávez-, tampoco es cierto que todas las izquierdas en el mundo se han comportado igual. Izquierdas progresistas también se dan en un mundo globalizado como el de hoy, y ejemplos sobran. Nótese, el caso de las democracias europeas de Francia y Suecia que a lo largo del siglo XX han tenido gobiernos izquierdistas sumamente eficientes.
En un ámbito latinoamericano destaca por ejemplo, el caso de Chile que durante el gobierno del socialista Ricardo Lagos se logró un crecimiento de 6% del PIB, Uruguay que con el gobierno también socialista de Tabaré Vázquez mantiene crecimientos de 6.1% anual, o de Brasil, con Lula da Silva, que a pesar de haber sido víctima de los temores del mercado antes de la elección, ha comprobado no sólo proponer efectivos mecanismos de crecimiento económico combinados con un control de inflación, sino que ha reposicionado al sector exportador y con esto, ha devuelto un balance positivo en términos comerciales a su país. Compárense las cifras anteriores con el crecimiento promediado de la administración Fox, que en términos reales alcanza ¡apenas 2.5%! y se entenderá no sólo qué tan lejos estamos de un verdadero éxito macroeconómico sino también el deseo de muchos de que se modifique el actual sistema neoliberal; que a todas luces no ha sido el éxito que nos prometieron para México. Cincuenta millones de mexicanos que hoy no tienen nada para comer, y 20 millones más que ya no viven en el país avalan dicha derrota.
5.- AMLO tendría malas relaciones con los empresarios
Marcos Martínez Gavica, presidente de la Asociación de Bancos de México, en marzo pasado, sostuvo que “las inversiones no se ahuyentarán del país en caso de que López Obrador gane las elecciones del próximo 2 de julio”. Carlos Slim, ha mencionado lo esencial que resulta para México el respeto a la democracia, y “a la izquierda si gana. Gane quien gane, la iniciativa privada seguirá invirtiendo y trabajando”. Cornelis Vander Bom, presidente de Shell en México ha reconocido que un eventual triunfo del tabasqueño “no representa riesgo alguno ni preocupación para nosotros”.
Existen innumerables ejemplos de empresarios que han manifestado lo ridículo que es la idea de que la llegada de López Obrador a la Presidencia pueda representar un peligro de México, porque han aceptado que como Jefe de Gobierno del DF siempre les dio un lugar como únicos capaces de mantener la economía a flote, y que con la facilitación del Estado, es posible la activación de proyectos de distinta índole.
Nótese, por ejemplo, el caso de la remodelación del Corredor Reforma – Centro Histórico de la Ciudad de México, donde el gobierno capitalino invirtió 675 millones de pesos y la iniciativa privada se comprometió a desarrollar 195 proyectos de construcción en la remodelación de inmuebles sumando 16 mil millones de pesos; es decir, cada peso de inversión por parte del gobierno atrajo $23.3 de inversión privada. En ese sentido, el modelo que propone Obrador es simple pero parece rendir frutos si es bien manejado; el gobierno invierte en infraestructura básica, simplifica trámites, otorga incentivos fiscales y presenta proyectos planeados y con una seguridad garantizada de éxito. Los empresarios, por su parte, apoyan el proyecto con la mayor parte de la inversión, generan empleos, y obtienen ganancias que se reinvierten en otro proyecto. Una relación de colaboración y ganancia mutua.
La realidad
Con comerciales simplistas y carentes de propuestas se están tomando decisiones que nos afectarán por seis años. Se nos dice que hay buenos y malos. Populistas y modernos. Demócratas y autoritarios. Izquierda y derecha. Como si todo fuera o blanco o negro. Se quiere reducir la importancia de los temas trascendentales de México a cuestiones que en definitiva no lo son. Y todo lo hemos creído sin cuestionarlo.
Los mexicanos iniciamos en 2000 una nueva fase donde por fin, seríamos un país democrático. Donde las instituciones resolverían por sí mismas nuestros problemas. Donde los derechos humanos se llevarían a la práctica. La discriminación sería cosa del pasado. Todos tendríamos trabajo. Dar mordida no sería la regla sino la excepción. Pararse ante un semáforo en rojo es parte de la ley, y no una opción. Tirar basura daría vergüenza. No declarar impuestos sería ridículo. Tomar decisiones con base en un comercial sería cosa de sociedades primitivas, donde su gente carece de juicio y capacidad de crítica y de reflexión.
Nos equivocamos mexicanos. El 2 de julio inició una nueva fase. Cierto. Pero una fase que exige mucho más de nosotros como ciudadanos, que convivimos en una “sociedad” democrática. Ser demócrata no es tener credencial de elector para entrar a un antro. Ser demócrata no es hablar de política sólo un mes antes de la elección. Ser demócrata es no sólo subirse a un camión llamado México, sin saber de dónde viene o hacia dónde va… Ser demócrata es informarse verdaderamente y participar.
¡Qué razón tenía Denise Dresser!: "el verdadero peligro para México no es un hombre, sino la resistencia de tantos a compartir el país y gobernarlo mejor".
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[1] Estudiantes de Relaciones Internacionales del ITESM campus Monterrey. México, 6 de Mayo de 2006. La opinión expresada en este artículo está hecha a manera personal. No representa a ninguna organización estudiantil, ni académica, ni a un grupo político. Para comentarios: reneedu_ar@hotmail.com, eldavid_perez@hotmail.com.
[2] A partir de este año el DF adquiere junto con su capacidad de elegir a su Jefe de Gobierno, la capacidad de manejar los recursos públicos de manera autónoma.
[3] Editorialista del periódico “El Norte”, y autor de “Hay de deudas a deudas en México” publicado el 21 de abril de 2006.
[4] López Obrador (2004). Un proyecto alternativo de nación. México: Editorial Grijalbo.
[5] Revista Proceso en su serie 1167 del 14 de marzo de 1999.
[6] Programa sustentado en excedentes petroleros y según estudios del mismo gobierno federal utilizado como mecanismo de compra de votos por parte del PAN.
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