REVISTA de análisis político y económico de México y el mundo. Reportajes y entrevistas exclusivas, cultura, espectáculos y deportes. Le ofrecemos lo más relevante del acontecer nacional e internacional siempre pensando en usted y en la VERDAD

08 enero, 2006

CONTINÚA EL ZAPATOUR II



Retoma el EZLN su gira en Tonalá,
tras la muerte de la comandanta Ramona


Descansa el cuerpo de la dirigente del EZLN junto al de su hermano, Adrián Díaz Santis, quien le había donado su riñón para un transplante hace 10 años

Por Ernesto Miguel
Enviado/México en la red
SAN ANDRÉS LARRÁINZAR, Chis.- El subcomandante Marcos retomará su recorrido de “La Otra Campaña” a partir de este lunes 9 de enero justo donde la dejó: en Tonalá, para escuchar a tres personas que faltaban de hablar el viernes, informaron fuentes allegadas al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

La revelación ocurrió después de que a las 14:30 horas, bajo un viento frío, fue enterrada aquí la comandanta Ramona o María, que era su verdadero nombre, junto a la tumba de su hermano Adrián Díaz Santis, que le había donado su riñón para un transplante, hace 10 años.

En el cementerio local quedaron “codo a codo” -como su lucha desde el EZLN- cuando las primeras paladas de tierra cayeron sobre el féretro gris plata, que se hundió con una manta encima: "Ramona vive, la lucha sigue", ante la mirada de más de 600 personas ahí reunidas, algunos de ellos con el ya mítico pasamontañas.

A las 10:30 de la mañana el sepulturero preparaba ya la fosa, por la que cobró $250.00 pesos para la que fuera su compañera de escuela y a la que recordó como una mujer inquieta, “normal”, enérgica; más joven de los 47 años que dicen que tenía; que no dejó hijos ni marido.

El acto se llevó a cabo en un evento estrictamente cerrado para los fotógrafos de los medios, a los que se les prohibió el acceso al campo santo. No estuvo presente ahí el subcomandante Marcos ni ningún miembro de la dirigencia del EZLN, ya que previamente le rindieron honores militares en El Caracol de Oventic.

El cortejo fúnebre partió de Oventic en torno de las 11:00 de la mañana, en una larga procesión que salió lentamente en una caravana de 20 camiones de redilas, atiborrados cada uno en grupos de casi 50 indígenas.

Desde el principio la advertencia fue tajante: “no fotos”.

La víspera, por la tarde-noche, el cuerpo de la Comandante Ramona había sido velado en la que fue su morada permanente, en el poblado de Suitic, a dos kilómetros de San Andrés Larráinzar, en una reunión estrictamente familiar. Su padre Manuel, quedó ahí, con otras dos hermanas de Ramona.

El domingo, en el cementerio local, jefes zapatistas sin pasamontañas controlaron el evento y en comunicación por radios de onda corta advirtieron: “no empiecen hasta que no haya periodistas; ni locales, ni nacionales, ni internacionales”.

“Díganles, de manera amable, que no pueden tomar fotografías y mucho menos notas” –le decía desde algún lado una voz de mujer. La instrucción fue tardía, algunos de éstos se encontraban ya mezclados entre la muchedumbre, algunos a no más de 10 metros del sepulcro.

Para los fotógrafos fue implacable la decisión: todos ellos fueron desalojados de un pequeño montículo que estaba a casi 400 metros del lugar.

No quedó testimonio alguno del rostro pálido, con semblante tranquilo de la mujer indígena, luchadora social, tzotzil.

No fue enterrada con pasamontañas, como algunos esperaban. Simplemente fue ataviada con el vestido tradicional de Larráinzar, compuesto por un huipil blanco, con bordado de hilos de colores, pero cubierto a su vez por la mortaja del ataúd.

Luci, sobrina mayor de Ramona quien –según cuentan los locales- era “como su hija”, se acercó al hermano menor de la Comandanta Diego; pidió tocarla por ultima vez. Al levantarse la tapa de cristal, se aferró al cuerpo sin vida y lo apretó, con dolor, cargando en sus espaldas el peso de su hijo, amarrado a la usanza indígena.

La apertura del féretro fue aprovechada también por Don Manuel, quien ya llevaba en sus manos una vela, que colocó en la mano izquierda de Ramona. Le dijo a su hijo Diego: “ciérrala” y, a manera de despedida, limpió con su paliacate el cristal protegía su rostro y cerraron el ataúd.